Porsche - Cornelius Dornier
Cornelius Dornier
 

Cornelius Dornier

Es portador de un apellido famoso, el de un relevante constructor de aeronaves: Claude Honoré Desiré Dornier, una leyenda de la ingeniería alemana que fundó su empresa en 1922. Los aviones para el transporte de pasajeros Komet y Merkur y los hidroaviones Wal y Do X se inscribieron en la historia de la aviación.

Cornelius Dornier es el nieto del fundador de la empresa. Cuando era joven su apellido era una carga para él. No quería formar parte de la empresa sino hacer algo que se apartase de sus orígenes, por lo que se decantó por el mundo de la publicidad, ocupando entre otros puestos el de Art Director en la agencia Springer & Jacoby. Las ganas de redescubrirse y el valor necesario para ello los ha heredado de su abuelo. Cuando hace más de 100 años el ingeniero Claude Dornier decidió a los 26 años dejar la industria metalúrgica por el emergente sector aeronáutico también estaba explorando nuevos terrenos. En aquella época, marcada por la fascinación por la técnica, abundaban este tipo de iniciativas. Hoy se hablaría de start ups. Por aquel entonces también Ferdinand Porsche abandonó su bien remunerado puesto directivo en la empresa Steyr para instalarse por su cuenta y crear su propia empresa. «Al igual que mi abuelo, Porsche vivió con y por la técnica», afirma Cornelius Dornier. «Ambos eran pioneros, e incluso después de fracasar volvieron a empezar de nuevo con renovada energía». Según dice, el espíritu de su abuelo le inspiró y al cabo de los años le condujo de nuevo al seno de su familia.

Hasta 2016 Cornelius Dornier fue portavoz de la Fundación Aeroespacial Dornier, situada en el museo de la empresa en Friedrichshafen y que recoge los hitos y tesoros de la historia de Dornier. «Reunir la vida de mi abuelo, su afición por la técnica y por supuesto las aeronaves Dornier en el concepto del museo supuso un gran reto», dice Dornier, que en su calidad de director del proyecto fue el responsable de la construcción del museo. Entonces dirige la mirada a su Porsche 911 E de 1969, en el que dice disfrutar de cada kilómetro, y de nuevo descubre un paralelismo entre ambos pioneros técnicos: «Si Claude Dornier hubiera construido deportivos en lugar de aviones seguro que habrían sido parecidos al Porsche 911, pues, al igual que los proyectos de mi abuelo, cada Porsche demuestra que un diseño reducido a lo esencial suele ser el mejor».

Texto Jürgen Lewandowski
Fotografía Dieter Mayr