El baúl de los recuerdos de Röhrl
 

El baúl de los recuerdos de Röhrl

No se recrea en el pasado ni le gusta el culto a su persona. El bávaro Walter Röhrl, el mejor piloto de rally de todos los tiempos, cumple 70 años en marzo. Para esta ocasión saca la caja de fotos y rememora para Christophorus siete momentos especiales: hitos de su carrera y encuentros entrañables.

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Chispa inicial: el Rally de Baviera de 1970 fue el punto de partida para la carrera profesional de Walter Röhrl. Como copiloto en el coche iba su amigo Herbert Marecek.

1) El principio de todo

Sin mi amigo y compañero de esquí, Herbert Marecek, yo jamás me hubiese convertido en piloto profesional de rally. Un día, de camino a las montañas, me dijo: «Conduciendo como conduces, deberías ser piloto de rally o de carreras». Yo le repliqué: «¿Estás loco? ¿Quién se supone que va a pagarlo?» Entonces él me propuso: «Si consigo un coche y no tienes que pagar nada, ¿te pondrías al volante?» Le contesté: «Vale, si no hay que pagar nada, sí». De modo que él se encargó de conseguir los coches: unas veces era el automóvil de un amigo y otras el modelo de prueba de un concesionario. El caso es que Herbert me animó constantemente, y en 1970 vendió las acciones de su padre para poder pagar 15.000 marcos alemanes por un Porsche Safari. Este Porsche tenía 120.000 kilómetros a sus espaldas y con él nos presentamos en el Rally de Baviera, una carrera del Campeonato Europeo. Solo era mi quinto rally, pero hasta que se nos estropeó el coche íbamos solos en cabeza. Después de cada rally, Herbert escribía a las revistas especializadas: «Mi amigo Walter es el mejor conductor del mundo. Tienen que conseguir que le contraten como piloto oficial». Y un día funcionó: el redactor jefe de la revista Rallye Racing nos puso en contacto con un fabricante de automóviles y gané la siguiente carrera para el Campeonato Europeo de Rallies. Eso me catapultó directamente a la lista de los 20 mejores de la FIA. Dejé mi empleo en el Obispado de Ratisbona y le comuniqué a mi madre la buena noticia: ¡Voy a ser piloto de rally!

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Dos bávaros en la nieve: Walter Röhrl, monitor titulado de esquí, con Franz Beckenbauer.

2) Perfección en cualquier pista

Aquí estoy con Franz en la estación de esquí. Durante un tiempo tuvimos mucha relación porque teníamos el mismo manager, Robert Schwan. Franz Beckenbauer me convenció para que entrara a formar parte del círculo de los «exploradores de la nieve», integrado por 15 famosos del deporte que se juntaban cada año para esquiar en la localidad austriaca de Obertauern. Entre ellos se encontraban Sepp Maier, Willi Holdorf, Max Lorenz y Uwe Seeler. Algunos esquiaban mejor y otros peor. Mi contrato me prohibía esquiar. Así que si me hubiese lesionado habrían dejado de pagarme. Pero el dinero jamás me interesó. Siempre había esquiado y, de hecho, antes de empezar a correr en rallies yo ya tenía un título estatal de monitor de esquí. Hice el cuarto mejor examen de Alemania y por eso entré en el equipo de profesores de la Asociación Alemana de Esquí. En aquel entonces solían decir de mí que era un «yonqui» de la velocidad: era rápido con los esquís y con el coche. Pero la verdad es que la velocidad más bien me asusta. A lo que aspiro es a la perfección. Mi objetivo era moverme con los esquís con la misma naturalidad que si no llevara tablas bajo los pies. Y quería conducir de forma que el coche respondiera al más leve gesto de mi meñique. Solo entonces me daba por satisfecho.

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Un ciclista aficionado entre expertos: Walter Röhrl con el legendario ciclista belga Eddy Merckx (en el centro) y su compatriota Victor Van Schil.

3) Pasión por el ciclismo

Pronto descubrí que el ciclismo constituye un entrenamiento ideal, y acabó convirtiéndose en una de mis grandes pasiones. Desde mediados de los ochenta hasta mediados de los noventa, pedaleé cada año entre 8.000 y 10.000 kilómetros en una bicicleta de carreras. Corrí muchos maratones con Kuno Messmann, el entrenador del equipo nacional de esquí de Alemania, y también practiqué ciclismo de montaña en el monte Grossglockner. El récord en el Grossglockner, obtenido en una vuelta a Austria, era entonces de 56 minutos, y yo lo hice en 1:06. Pero lo mejor eran las vacaciones con la bicicleta en compañía de Eddy Merckx en Italia o Francia. Allí se reunían anualmente unos cuantos locos del ciclismo. Menos yo, todos habían participado en el Tour de Francia. Por el valle hacíamos tranquilamente etapas diarias de unos 100 kilómetros en grupo. Pero cuando venía un desfiladero, la consigna era: ¡Al ataque! Gané la clasificación de montaña tres años consecutivos. En eso no había quien me ganara. En la actualidad todavía voy mucho en bicicleta, pero ahora prefiero la de montaña a la de carretera.

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En el podio de la victoria del Rally de Montecarlo en 1980: Röhrl con su copiloto Christian Geistdörfer (a la derecha) y los príncipes Raniero III y Gracia Patricia.

4) Objetivo en la vida: ganar en Montecarlo

Nunca había soñado con convertirme en campeón del mundo. Pero lograr ganar, aunque solo fuera una vez, en Montecarlo, el rally más legendario del mundo, era el gran objetivo de mi vida. Por aquel entonces solía decirme: «Cuando gane en Montecarlo, dejo el automovilismo. No lo hago para ganar dinero, sino para ver si soy un soñador o realmente soy el mejor». Esa era mi motivación. En muchas de las fotos donde salgo como campeón aparezco muy serio. Así es mi carácter: no me pongo a dar gritos de alegría. Cuando me bajo del coche después de haber alcanzado la meta, lo hago contento por haber hecho mi trabajo a la perfección y lo doy por zanjado. Pero cuando gané en Montecarlo en 1980, fue distinto. Estuve eufórico durante tres días. Había triunfado en la vida, conseguido lo que me había propuesto. Realmente había decidido dejarlo, pero mi copiloto Christian Geistdörfer me dijo: «¡Estás loco! ¿Ahora que por fin va todo sobre ruedas quieres dejarlo?». También mi mujer me dijo: «¡No seas necio! A ti te encanta conducir, si lo dejas te vas a volver loco». Yo quería participar en rallies, pero no me sentía nada atraído por el culto a mi persona. Tuve que aceptar que no se podía evitar y me decidí a continuar. ¡Por suerte!

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Coche volador: Röhrl en un Porsche 911 en el Rally de San Remo de 1981.

5) Una dolorosa avería

Junto con el Rally de Montecarlo y el de Nueva Zelanda, el de San Remo en la Toscana era uno de mis favoritos. En 1981 todavía no tenía contrato con Porsche, sino con otro fabricante que tenía problemas económicos. Así que participé en rallies del Campeonato de Alemania con un Porsche 924. A partir de ahí, Porsche me ofreció la perspectiva de participar en el Rally de San Remo con el 911. Yo quería ganar el rally a toda costa, porque esperaba que Porsche se animara a participar en rallies con coches oficiales. El comienzo del Rally de San Remo fue sobre asfalto y allí quedé holgadamente el primero. Después vinieron dos días sobre arena en la Toscana. Evidentemente, aquí los coches con tracción total tenían ventaja. Nuestro cálculo era que si estos no nos sacaban más de cuatro minutos de ventaja en esos dos días todo iría bien, porque todavía faltaba una noche sobre asfalto. Tras la última prueba sobre tierra, íbamos tan solo 2:10 minutos por detrás. Así que todo hacía suponer que la victoria sería nuestra… hasta que se nos rompió un semieje. Fue la avería más amarga de toda mi carrera. Me afectó tanto que después estuve cuatro semanas enfermo.

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Pasión por los coches rápidos: Herbert von Karajan (en el centro) recogió personalmente su Porsche en Zuffenhausen.

6) De maestro a maestro

Herbert von Karajan era un apasionado de los coches. Este director de orquesta mundialmente famoso quería conocerme a toda costa y Ferdinand Piëch lo puso en contacto conmigo. Así que fui a Anif, cerca de Salzburgo, a conocer a Karajan y me saludó diciendo: «¿Sabe por qué quiero ir con usted en coche?». «Pues supongo que porque conoce al Sr. Piëch y porque los dos tenemos el mismo coche». «No, no. Verá… yo tengo un yate de vela, un Swan. Es lo mejor del mercado. Y mi avión es un birreactor Falcon, también el mejor en su segmento. Quiero siempre lo mejor. Y por eso quiero ir con usted en coche». Fuimos en dirección a Hallein hasta el macizo de Tennen. Después de un rato, Karajan dijo de repente: «He visto en vídeos que usted frena con el pie izquierdo. ¿Puede enseñarme cómo lo hace?». Yo le respondí: «Para eso hay que llegar al límite de la física, es decir, hay que ir muy rápido». Karajan replicó: «No hay tráfico, puede ir todo lo rápido que quiera. Si viene una curva a la izquierda ya miro yo por usted». Y, efectivamente, cada vez que nos aproximábamos a una curva a la izquierda, él se echaba hacia adelante para ver por el parabrisas por encima del salpicadero y decía: «¡Todo bien, todo bien!». Al despedirse me dijo: «Voy a practicar un poco primero y le vuelvo a llamar». Después de aquel día le estuve visitando durante dos años. Conducir le hacía feliz y me prometió: «Para usted siempre habrá un sitio en mis conciertos, y para llegar allí siempre tendrá mi avión a su disposición». El ofrecimiento me alegró mucho, pero nunca pude disfrutar de él porque por entonces yo tenía la agenda muy apretada.

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Walter Röhrl venció sobre asfalto: por ejemplo en 1988, cuando dejó atrás a Scott Pruett y todos los demás participantes en una carrera de la serie Trans-Am americana.

7) Victoria increíble

Cuando en 1987 dejé de correr en rallies, participaba de vez en cuando en carreras por carretera sustituyendo a Hans-Joachim Stuck cuando él no estaba disponible, como por ejemplo en las cataratas del Niágara de la Trans-Am en 1988. El recorrido urbano de este sinuoso circuito se delimitaba con muros de cemento, lo cual significaba que no era posible salirse ni un centímetro. Para los pilotos de carreras por carretera esto es nefasto porque entonces no se atreven a conducir al límite. Sin embargo nosotros, los corredores de rallies, estábamos acostumbrados a eso. En el entrenamiento logré una ventaja de 2,6 segundos. Los americanos dijeron: «¡Pura suerte! ¿Habéis visto que siempre pasaba a medio palmo del muro? ¡Mañana no aguanta ni cinco vueltas!» Al día siguiente teníamos 40 grados y en el aire había una humedad relativa del 100%. La carrera duró algo más de tres horas y adelanté a todos, incluido Scott Pruett, que obtuvo el segundo puesto. Todos habían subestimado la precisión al volante que exigen los rallies. Fue una carrera totalmente a mi gusto.

Anotado por Bernd Zerelles
Fotografía Bernhard Huber; privado

Walter Röhrl

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Nacido el 7 de marzo de 1947 en la ciudad alemana de Ratisbona, este piloto de rally es una de las personalidades más sobresalientes de la historia del automovilismo. Durante su carrera profesional, entre 1973 y 1987, ganó dos campeonatos mundiales de la FIA (1980 y 1984), un campeonato europeo (1974), 14 carreras de campeonato mundial y cuatro veces el Rally de Montecarlo. Su primer coche de propiedad fue un Porsche 356 que se compró a los 21 años. Desde 1993 Walter Röhrl trabaja como piloto de pruebas y representante de Porsche, y tuvo un papel determinante en el desarrollo del Porsche Carrera GT. Röhrl es el menor de tres hermanos, y se crió con su madre tras la separación de sus padres. Católico practicante, a partir de los 16 años realizó una formación comercial en el Obispado de Ratisbona y a los 18 se convirtió en el chófer de un funcionario de la administración, lo que le llevó a conducir una media de 120.000 kilómetros al año. En 1978 se casó con su mujer, Monika, con la que vive en la localidad bávara de Sankt Englmar. Pero a pesar de sus éxitos, Röhrl sigue siendo una persona sencilla: «Para ser feliz me basta con mi bicicleta de carreras, una vuelta por el Bosque Bávaro y 10 euros para un bocadillo».

«Genio sobre ruedas»

Con motivo del 70º aniversario de Walter Röhrl, el Museo Porsche de Zuffenhausen muestra algunos de sus vehículos y una simulacíon de rally en el marco de una presentación especial del 14 de marzo al 14 de mayo de 2017. www.porsche.com/museum