Invitados de lujo en la Porsche Supercup
Invitados de lujo en la Porsche Supercup
 

Invitados de lujo en la Porsche Supercup

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Mika Häkkinen
Mónaco, 1993. El finlandés logra una victoria en la Supercup que ninguno de sus famosos sucesores ha conseguido emular jamás. La estrella de la Fórmula 1 repetiría poco después triunfo en Budapest.

¿Un fin de semana de Fórmula 1 sin la Porsche Supercup? Hoy por hoy, inimaginable. En sus dos décadas de historia, más de 200 famosos han desfilado por la parrilla de salida. Actores, esquiadores, nadadores, cantantes de pop, campeones del mundo de rally, de motociclismo… y ni más ni menos que 32 pilotos de Fórmula 1.

Mika Häkkinen vino, vio y venció. Corría el año 1993 y Häkkinen consiguió en la Porsche Supercup algo que habría de resistírseles a los más de doscientos pilotos que lo han intentado después: una victoria impecable. Era la primera edición del campeonato, celebrado en el exclusivo marco de la Fórmula 1, y el equipo de entonces, con Jost Capito como director deportivo a la cabeza, no podía ni imaginar que la serie de éxitos no había hecho más que empezar.

¿Impecable, decíamos? En sus primeros pasos en Mónaco, Häkkinen necesitó de la ayuda de Walter Röhrl. El campeón del mundo de rallies acababa de ser designado piloto de pruebas de Porsche y participaba como invitado en la carrera. Con sus cuatro victorias en el Rally de Montecarlo, el glamour en el Principado estaba asegurado. «La elección de Häkkinen se produjo casi en el último momento», recuerda Röhrl. «Durante el entrenamiento yo iba delante de él para mostrarle cuál era la mejor trayectoria con el 911. El pobre no se había montado en uno en su vida». El coche de la Supercup se basaba en el Porsche 964. «265 CV, sin dirección asistida, ni ABS… casi como uno de serie», precisa Röhrl. «Y, además, era muy difícil de conducir. Siempre he dicho que es un coche solo para valientes, no apto para cualquiera».

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Luc Alphand
En 1996, el circuito de Magny-Cours marcaría el inicio de una nueva vida para el esquiador. Diez años después acabaría primero en la clasificación general del Rally París-Dakar.

De vuelta a vuelta, Häkkinen fue trasformándose. Al principio, Röhrl le cubría las espaldas, pues por atrás presionaba el bicampeón de la Copa Monomarca de Alemania y curtido piloto de carreras Uwe Alzen. Aunque uno podría pensar que las estrechas calles del Principado hacían la situación más complicada para el finlandés, lo cierto es que «Mónaco le vino de perlas a Mika», aclara Röhrl. «Es un circuito por el que hasta los mismísimos profesionales del 911 tienen respeto. En Hockenheim, donde sí hay posibilidades de adelantar, no se hubiera comido un rosco». Al final, Häkkinen acabaría alzándose con una merecida victoria, confirmando su excepcional talento un par de semanas después en Budapest con otro triunfo en la Supercup, esta vez sin Röhrl de guardaespaldas.

No hay forma de averiguar de quién fue la idea de sentar a famosos al volante, pero sí con qué objetivo se hizo: «Queríamos que la nueva Supercup se hiciera un hueco, darle publicidad», revela Uwe Brettel, que dirigió el equipo durante siete temporadas a partir de 1996. «Así que decidimos fichar a rostros conocidos procedentes de diversas disciplinas: caricaturistas, cantantes de pop, campeones de motociclismo… Un montón de personas ilustres entre los que se cuentan ni más ni menos que 32 pilotos de Fórmula 1». «Los motoristas», rememora Brettel, «eran de una pasta especial. Con la protección de la jaula de seguridad se sentían muy cómodos y siempre estaban haciendo bromas». Ninguno de los siete campeones del mundo de motociclismo sufrió un solo arañazo al volante de un 911. Una vez, uno de ellos, el texano Kevin Schwantz dejó a todo el equipo boquiabierto en el pabellón de Porsche, cuando, sonriendo, se quitó la camiseta. «Un montón de cicatrices adornaban su cuerpo y daban cuenta de sus caídas», relata.

Luc Alphand también venía de otro mundo. Para este francés, participar fue, mucho más que vivir de cerca una carrera, pasárselo «en grande». Fue una experiencia que habría de marcar su destino para siempre. Alphand era esquiador profesional y un adicto a la velocidad. En su palmarés contaba con dos victorias en el legendario descenso de Streif en Kitzbühel (Austria), tres globos de cristal pequeños en descenso en la Copa del Mundo y un primer puesto en la clasificación general de la Copa del Mundo.

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Príncipe Alberto II de Thurn und Taxis
Este aristócrata afirma tener gasolina corriéndole por las venas. En 2008 consiguió acabar 18° habiendo salido en el 27° lugar.

Debutó en la Supercup en 1996 en el circuito francés de Magny-Cours tras pasar un día de pruebas en las instalaciones de Porsche en Weissach. Aún hoy, casi veinte años después, se sigue deshaciendo en elogios con la «familia Porsche»: «Era mi primera carrera de verdad, todo era nuevo para mí. Iba observándolo todo como un niño pequeño. Era como un sueño: podía conducir un Porsche en un circuito, y en el marco de la Fórmula 1». Alphand participaría tres veces más. En Mónaco incluso acabaría 12°. Pero su debut en 1996 marcó para él el inicio de todo lo que habría de venir después. «Todo empezó allí, con Porsche y la Supercup». ¿Todo? ¿Cómo que todo? Una vez retirado de la nieve, Alphand comenzó una nueva carrera como piloto de carreras profesional en distintas categorías. Diez años después, el esquiador reconvertido en piloto se alzaría con la victoria general en el Dakar.

Con los años, el nivel de la Supercup se ha vuelto cada vez más extremo, sobre todo porque no se puede recurrir a las ventajas técnicas. La igualdad de oportunidades ha sido, y es, el bien más preciado. Los equipos solo pueden hacer pequeños ajustes. ¿Y qué vehículos participan? Solo auténticos pura sangre de carreras. Las cosas se han ido poniendo cada vez más difíciles para las participaciones de amateurs. Aún así, muchos famosos se han atrevido con el reto. Uno de ellos es el Príncipe Alberto de Thurn und Taxis. Como único descendiente del prematuramente fallecido Príncipe Johannes y la princesa Gloria, el alemán está a la cabeza de una familia aristocrática que posee uno de los bosques privados más grandes de Europa. Podría dedicarse a la hípica, el golf o el tenis. «¿Tengo pinta de aburrido o qué?», suele espetar cuando le preguntan en este sentido.

En septiembre de 2008, cuando se desplazó hasta Monza para la final de la Supercup, acababa de proclamarse subcampeón en una competición de GT. Como es menester, antes de la carrera tuvo que superar un día de pruebas, pues Porsche nunca lanza a sus celebridades al ruedo sin pasar por un ensayo previo. «El vehículo convence en todo, se le nota ágil y ligero, tiene fuerza y un equilibrio genial», declararía nada más probarlo. La carrera va a ser un gran reto», vaticinó.

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Patrick Dempsey
Para el actor, las carreras de resistencia no solo son un hobby. Actualmente es miembro permanente de la familia de carreras de Porsche.

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Walter Röhrl
El campeón del mundo de rallies participó como invitado en Mónaco en 1993. Durante el entrenamiento, enseñó al futuro ganador, Mika Häkkinen, la mejor trayectoria para el 911. Y es evidente que con mucho éxito.

Que en la clasificación lloviera a cántaros fue fatal para el debutante del 911, y el puesto de salida, el 27°, todo un chasco. El domingo por la mañana, la princesa acudió a misa con su hijo y una reducida delegación de Porsche. «La catedral de Monza es una iglesia preciosa», recuerda el aristócrata. ¿Fue providencia divina? ¿Acaso obra del pequeño San Cristóbal que siempre le acompaña en la cabina? ¿O simplemente producto de un talento terrenal sobre una pista seca? Ya desde el comienzo pudo avanzar algunas posiciones, y, al final, su 18° puesto le dejó un buen sabor de boca. «Los técnicos eran de una profesionalidad excepcional y todos en el equipo eran gente muy interesante».

El último famoso en engrosar la lista de pilotos del 911 ha sido el actor de Hollywood Patrick Dempsey, que desde hace diez años encarna a un neurocirujano en la serie de culto «Anatomía de Grey». En la vida real, este actor de 49 años es un apasionado de las carreras de coches. En 2013, su afición por las carreras de resistencia lo condujo hasta Porsche. Solo un año más tarde, Dempsey se atrevió con su primera carrera de velocidad: la Supercup de Hockenheim contra 26 pilotos habituales. Como era de esperar, los profesionales se lo merendaron sin piedad, tal como dice sin florituras Walter Röhrl. Dempsey acabó 23°, pero feliz: «Todos me han acogido bien. He disfrutado mucho y mi número de salida, el 911, me encanta». Hoy en día, es miembro permanente de la familia de carreras de Porsche y en 2015 participa en el WEC, el Campeonato del Mundo de Resistencia de la FIA.

Otro actor, el austriaco Tobias Moretti, es el protagonista de una simpática anécdota en el marco de la Supercup. También a él lo había tomado Röhrl bajo su manto protector: «Estaba muy relajado. A diferencia de otros, que tenían un nombre en juego, él, que no tenía experiencia en carreras, no tenía nada que perder». Moretti se tomó con filosofía su último puesto en el entrenamiento. Después: parrilla de salida, el semáforo que se apaga. Röhrl lo recuerda como si fuese ayer: «Moretti estaba tan nervioso que se equivocó de marcha. Y ahí ves a 23 coches que salen escopeteados hacia delante, y al último en la parrilla de salida… ¡que sale hacia atrás!».

Texto Eva-Maria Burkhardt
Ilustraciones Bernd Schifferdecker