Porsche - El rebelde
El rebelde
 

El rebelde

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El 30 de septiembre de 1955 James Dean y su acompañante Rolf Wütherich parten hacia Salinas en el 550 Spyder.

Un chico nada convencional de mirada melancólica y rudas maneras que vivió a toda velocidad y murió trágicamente: James Dean se convirtió en mito hace 60 años.

Son los deportivos menos adornados de Stutt­gart los que más atraen a James Dean: veloces y bellos, emocionales y pragmáticos, la intensidad sobria de los Porsche concuerda con el sentimiento vital del joven actor inadaptado. Dean tuvo que luchar para conseguir un lugar en la vida. Antes de comenzar su breve carrera como actor en el Broadway de Nueva York el camino no había sido fácil. Pero ahora, en 1955, el joven de 24 años de Indiana había podido conseguir papeles protagonistas en sus primeras películas de Hollywood.

Con su carácter obstinado, apasionado y a la vez introvertido al director Elia Kazan le hace recordar al protagonista de la novela de John Steinbeck Caleb Trask. Más adelante, el famoso novelista en persona nombra a James Dean como el protagonista ideal para la adaptación cinematográfica de Al este del edén: un carácter desgarrado, dividido entre la intensidad agresiva y la fría indiferencia, cínico y vulnerable a la vez. Este rasgo de su personalidad, prácticamente imposible de ocultar, domina su trabajo como actor. Dean plasma en sus protagonistas el sello de su propio dolor.

Los grandes estudios de Hollywood solo pueden hacerse una idea de la fuerza que se esconde en la figura de Dean. Intentan domesticar al joven salvaje, pero él se enfrenta a las corrientes del negocio del cine con rechazo, escepticismo o incluso desprecio. El joven actor sobrepasa todos los límites, vive deprisa, obstinado y sin fingir. A pesar de que le han prohibido la práctica de «deportes peligrosos», Dean se lanza al animado ambiente de las carreras de la costa oeste, y con su Porsche 356 Speedster participa con éxito en carreras locales.

Su inquietud y su voracidad por la vida tienen orígenes profundos. A los nueve años su madre muere de cáncer, y su padre, de personalidad fría, no consigue nunca acceder al conmocionado joven, de modo que Dean crece incomprendido, abandonado y herido en el hogar puritano de su tía. Su camino hacia la luz se convierte en una lucha contra el abrumador brote de la adolescencia. Es esta vulnerabilidad, oculta bajo una fina capa de displicencia, la que le convierte en el héroe de un público juvenil. El chico rebelde de mirada melancólica y rudas maneras es la magnífica proyección de los jóvenes de los años cincuenta, entre guerra mundial y rock ’n’ roll.

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El actor descubrió pronto su pasión por Porsche. Antes del 550 Spyder había conducido un 356 Speedster.

Cuando en septiembre de 1955 James Dean cambia su Porsche 356 por un 550 Spyder mucho más veloz, Porsche tiene en EE.UU. el estatus de individualista: la marca es joven, sus automóviles son absolutamente auténticos, deportivos y sin compromisos. Dean se reconoce en estos automóviles profundamente emocionales que van contracorriente. En septiembre de 1955 tiene la sensación de que ha conseguido entrar en el negocio del cine. Los estudios se pelean por él y su agente comienza a negociar honorarios más elevados. Así, el 30 de septiembre, contento y satisfecho sale de viaje hacia Salinas.

La California State Route 46 baja en una larga recta hacia el amplio valle de Cholame Creek. Solo unos pocos cochazos se tambalean por el valle como brillantes jorobas de acero. Y de repente aparece este pequeño Porsche 550 Spyder plateado que desciende a toda velocidad de las colinas como un ovni, con su jadeante motor bóxer de cuatro cilindros: fabulosos 81 kW (110 CV) para 550 ligeros kilogramos y, si el conductor se lo propone, una velocidad de casi 230 km/h.

Dean se dirige al circuito de Salinas mientras que en el asiento del copiloto del Spyder el mecánico alemán Rolf Wütherich intenta protegerse de los soplidos del viento. Ha propuesto a Dean un cuidadoso rodaje para el nuevo 550 Spyder antes de su primera carrera: 320 millas de Hollywood a Salinas son la dosis perfecta de polvo y viento para preparar al deportivo de motor central para un fin de semana de carreras. Dean lo ha cambiado hace solo pocos días por su anterior 356 Speedster, así que esta compacta maquinaria necesita algo de aclimatación.

Poco antes de las 18 horas el 550 Spyder, con el número 130 esmaltado y el apodo de «pequeño bastardo», se desvía por el funesto ramal hacia la Highway 41 a Fresno. Y allí sucede el choque. Banal, superficial, fatal. El rebelde de corazón salvaje muere de camino al hospital. ¡Farewell, Jimmy! 60 años después su mito sigue vivo.

Texto Till Daun
Fotografías extraídas del libro James Dean: At Speed, Lee Raskin y Tim Morgan