Porsche - ¿Mala suerte? ¡Buena suerte!
¿Mala suerte? ¡Buena suerte!
 

¿Mala suerte? ¡Buena suerte!

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Buena suerte: el nueveonce producido antes del millonésimo, un Targa 4 GTS, irá a parar a la carretera, el lugar donde más disfruta un Porsche.

Es un momento histórico. Wolfgang Porsche espera, todos esperan. Ruido de flashes… y un Porsche de color verde sale de la cadena de montaje. Es el millonésimo ejemplar del 911. Pero hubo uno antes que él que se quedó a las puertas de entrar en los anales de la historia de la marca, el 911 nº 999.999. Qué mala suerte… ¿O quizá no? Una reflexión subjetiva sobre la suerte de esquivar por los pelos la popularidad.

Ni confetis, ni música, ni grandes ovaciones. Probablemente tampoco aplaudió nadie cuando el Porsche 911 nº 999.999, un Targa 4 GTS de color rojo, salió de la cadena de montaje. Detalles de una insignificancia casi cruel si tenemos en cuenta que su destino es convertirse en un automóvil completamente normal y corriente (suponiendo, claro está, que un 911 pueda ser en algún caso normal y corriente). Es el último predecesor, el último «venga, allá vamos», antes de que, justo después de él, el millonésimo automóvil salga de la cadena de montaje acompañado por una gran expectación y parafernalia. Si un coche pudiera tener sentimientos, el rojo con el número 999.999 se sentiría como esos teloneros que los espectadores escuchan de fondo, sin prestar demasiada atención, ahogando su música con conversaciones distraídas y ruido de vasos mientras esperan que comience el gran concierto para el que han pagado la entrada.

Y es que rozar el palo no es gol. Es cierto. Pero al mismo tiempo es un gran error interpretar siempre ese «casi» como algo negativo. Evidentemente, nadie va a celebrar no haber acertado en la lotería porque resulta que al final, por muy complejos y profundos motivos, escogió el 31 en detrimento del 32 y terminó decidiéndose por el 9 en vez de por el 8 porque coincidía con la fecha de cumpleaños de alguien. Al fin y al cabo, no importa lo cerca o lejos que pasara el balón del palo. Es como perder el tren: si lo has perdido, lo has perdido, y es irrelevante si has llegado 10 segundos, 10 minutos o 10 horas tarde.

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La vida en una vitrina

Lo que significa para un coche pasarse toda la vida encerrado en una vitrina de cristal es algo que se puede apreciar muy bien en la mítica película de los ochenta Todo en un día. Ferris Bueller, el inolvidable adolescente que decide saltarse las clases, tiene un amigo llamado Cameron cuyo padre posee un –ejem– Ferrari 250 GT California Spyder, un monstruo de 500 CV que no utiliza nunca y que guarda como oro en paño en un pabellón de grandes ventanales, como en una especie de celda de lujo. Allí acude diariamente a sacarle brillo hasta que, un buen día, Ferris y Cameron toman «prestado» el automóvil y lo ponen, por fin, donde le corresponde: en la carretera. Vale que al final el automóvil acaba destrozado, pero después de haber pisado al menos una vez el asfalto. Por fin ha podido ser un coche, y, como tal, aspirar a algo más que a convertirse en una reluciente imagen, un número abstracto.

Quedarse a las puertas de la gran cifra te deja fuera de la vitrina, pero a cambio te obsequia con la libertad. Por ello, ser el nº 999.999 es en realidad una gran suerte. El nº 1.000.000 es la pieza de museo, el objeto de coleccionista, la inversión en una subasta. Nº 999.999, tú eres el maravilloso automóvil infravalorado que, con inteligente humildad, escapará a la vorágine y disfrutará de una vida en libertad, la de verdad.

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Listo para emprender el camino rumbo a Canadá: el propietario del Porsche 911 Targa 4 GTS es Rob Tenuta, de Ontario.

La desenvoltura del libertino

Puede que quedar segundo no sea plato de gusto para quien había ido a ganar. Sin embargo, renunciar a un poco de fama puede ser mejor de lo que parece si a cambio podemos disfrutar de la despreocupación. Quien haya visto alguna vez Operación Triunfo sabe que muchas veces los concursantes que quedan segundos consiguen labrarse una carrera profesional mucho más exitosa que la del ganador. Pensemos en Manuel Carrasco, o en Rosa de OT1. ¿Acaso alguien puede tararear una sola de sus canciones? ¿Pero en cambio de David Bisbal tal vez sí? Y si Operación Triunfo le resulta a alguien un ejemplo demasiado banal, he aquí la misma idea en palabras de Shakespeare: «Inquieta vive la cabeza que lleva una corona / complaciente y relajado, quien habita a su sombra». Esta es la razón por la que –por seguir con el ejemplo de las coronas– más de uno y más de dos preferirían ser Harry de Inglaterra antes que Guillermo.

Todas esas terribles y asfixiantes expectativas puestas en el número uno pesan sobre sus hombros como una fatigosa losa. Y son la razón por la que las fiestas de Nochevieja siempre resultan peores y más forzadas que esas otras noches en las que uno sale porque le apetece. Lo mismo pasa con la obsesión por celebrar los cumpleaños de fechas señaladas: con demasiada frecuencia se terminan convirtiendo en encorsetadas veladas en las que no se deja espacio a la espontaneidad. Nada que ver con esas fiestas desenfadadas y gamberras de cuando cumples 29, 39 o 49, justo antes del supuesto gran número. Porque a menudo el cero provoca una exaltación entre los invitados que acaba desembocando en discursos exagerados, en permanentes preguntas acerca de cómo se siente uno, qué planes se tienen o qué ha cambiado con el cambio de década. Ahí las tenemos de nuevo: la agobiante presión y la extenuante parafernalia.

La vida no es un número redondo, y pocas veces ofrece un escenario perfecto. La vida tiene abolladuras, números impares y muchos balones que se empotran contra el palo. A veces la carretera te da una buena sacudida. Pero es que un coche no se construye para acabar en un museo donde le quiten el polvo a diario, sino para aprovechar al máximo esa vida deliciosamente irregular e imprevisible en cualquier lugar maravilloso del mundo. En el caso del Targa rojo ha sido en Canadá. ¡Buen viaje, nº 999.999!

Texto Anja Rützel
Fotografía Heiko Simayer

La fortuna de Rob

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El propietario del Porsche 911 nº 999.999 es Rob Tenuta, un operario de 51 años residente en Woodbridge, Ontario, cerca de Toronto (Canadá). «Este es mi tercer Porsche. En 2006 me compré un Cayman y en 2011, un 911 Turbo, pero cuando me enteré de que mi Targa 4 GTS sería un vehículo tan especial, me dije: ‹Este te lo quedas para siempre›. Por casualidad, era la primera vez que pedía configuraciones personalizadas, ya que normalmente me compro coches espontáneamente, sin planificar, según de dónde venga el viento en ese momento. Estoy muy contento de ser el dueño de este 911. Es lógico que Porsche se quede con el millonésimo, pero el fabricado justo antes está en muy buenas manos conmigo. Más que nada, porque no tengo pensado hacer nada del otro mundo con él aparte de conducir con la capota descubierta y disfrutar el cielo azul de Canadá. La primera salida con el GTS la haré con mi padre. Lo prometido es deuda. Mi mujer me lo perdonará, llevamos casados 25 años».

Un millón de nueveonces

El Porsche 911 es el corazón del fabricante de deportivos alemán, un icono de estilo atemporal, el estandarte mundial de los deportivos de serie para todos los días. Recientemente salió de la cadena de montaje en la fábrica matriz de Zuffenhausen el millonésimo ejemplar. El Presidente del Consejo de Administración de Porsche AG, Wolfgang Porsche, ha acompañado la trayectoria del 911 desde sus inicios: «Hace 54 años tuve la oportunidad de realizar los primeros viajes con él por los Alpes austriacos junto a mi padre. Hoy sigo teniendo la misma sensación al volante de un 911 que entonces. Y es que gracias a este coche los valores esenciales de nuestra marca son igual de visionarios desde el primer Porsche 356 nº 1 del año 1948». Encarna la simbiosis entre éxito en las carreras y placer de conducir mejor que cualquier otro deportivo. Es un modelo que ha logrado más de 15.000 victorias deportivas para la empresa y, con los años, se ha convertido en un codiciado objeto para los coleccionistas. Más del 70% de todos los 911 fabricados aún se puede conducir hoy. El millonésimo 911 –un Carrera S en el color especial verde irlandés con equipamientos exclusivos inspirados en los primeros 911 F de 1963– se quedará en manos de Porsche AG. Tras un viaje por el mundo pasando, entre otros, por las Tierras Altas escocesas, el Nürburgring, Estados Unidos y China, será expuesto en el Museo Porsche de Zuffenhausen. www.porsche.com/museum