Buscador de tesoros
 

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La cueva del tesoro: en un rincón del garaje se encuentra una radio Belcanto junto con un motor original y un escape Abarth de cuatro tubos.

La pasión de Blue Nelson por la marca comenzó ya el primer día de su vida: sus padres llevaron al recién nacido del hospital a casa en un Porsche 356 Roadster. Actualmente, este californiano posee una colección de automóviles clásicos muy valiosos por su singularidad, pero todavía sigue rastreando por todo el mundo modelos históricos para las colecciones privadas de famosos.

Un garaje austero en una calle normal y corriente cerca de Los Ángeles. Blue Nelson abre el capó delantero de un Porsche 356 1500 Coupé, modelo de 1953. Lo hace con mucho cuidado para no levantar polvo. El porqué queda ahora a la vista: en el depósito hay dos marañas lanudas. Se trata de nidos construidos con el relleno de los asientos del automóvil. Entre los nidos, encima de la tapa del depósito, aparece una rata momificada. Del nido izquierdo Nelson saca otro ejemplar, esta vez vivo, y lo deja suspendido en el aire agarrándolo por el rabo. Hay más roedores escondidos debajo de la rueda de repuesto y en el habitáculo. «Cada seis horas rocío el automóvil por dentro y por fuera con lejía y neutralizador de olores para eliminar la toxicidad de los excrementos de las ratas y combatir su mal olor», explica mientras echa mano del pulverizador.

A pesar del desagradable olor, Nelson está radiante. Y es que para este californiano, la mayor satisfacción es tener delante un vehículo clásico como este destartalado Porsche que algún día seguramente fue amarillo. Una muestra histórica del mundo automovilístico con una radio Belcanto de los años cincuenta, piezas de repuesto, cuadernos amarillentos y demás objetos en el asiento trasero. Provisto con un traje protector y una mascarilla, hace unos días se dedicó a limpiar el 356 en un cobertizo de San Diego, donde había pasado 51 años rodeado de trastos. El motor original y el escape Abarth de cuatro tubos estaban sepultados bajo cajas en un apartado rincón.

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Su antigua propietaria Joan DeWitt había puesto a la venta en Internet el 356 de su esposo Henry, fallecido hace décadas, por un precio de 30.000 dólares. Seguía el consejo de un experto. «¡Experto!», exclama Nelson despectivamente. En cuanto vio el anunció llamó inmediatamente, habló con Joan y la informó sobre el valor real de la supuesta chatarra. Una primera inspección en San Diego confirmó su sospecha: se trataba de una rara pieza que superaba con creces el valor estimado. La honestidad de Nelson tuvo su precio. «Para financiar este hallazgo he tenido que vender algunos automóviles, entre ellos mi Chrysler New Yorker de 1949», dice mirando con cierta melancolía el espacio libre que el Chrysler ha dejado en el patio. Con este coche solía hacer de chófer a sus padres y parejas de novios de camino a sus bodas. Pero, aun así, este asistente de dirección de películas y series de televisión como Baywatch y CSI: Miami, considera que mereció la pena, pues con él ha hecho realidad un sueño que albergaba desde hace años. Según él el deportivo de Zuffenhausen es «el hallazgo de mi vida». Pero quiso ser justo: la vendedora está en una silla de ruedas y Nelson considera que tiene que recibir lo que le corresponde «para que pueda pagar los gastos sanitarios y disfrutar de una jubilación digna».

Ahora el Porsche se encuentra en el garaje de casi 500 metros cuadrados que Nelson tiene en el Valle de San Fernando, construido en los años veinte con el objetivo de prensar aceitunas. Nelson hizo una reforma a fondo y ahora guarda allí su colección de coches clásicos raros, sin parangón en América. Aquí se puede admirar un 356 A 1500 GS Carrera Speedster rojo de 1957 con llantas Rudge de cierre central originales. A su lado, un Porsche Beutler del 1957 trabajado a mano en aluminio y con un motor de 1,5 litros. Porsche únicamente fabricó cinco ejemplares y todavía quedan cuatro, según nos explica Nelson. A su lado reluce una versión descapotable del Rometsch Beeskow en amarillo canario y azul, también del año 1957, cuya carrocería de aluminio fue construida a mano por el berlinés Friedrich Rometsch. Y, seguidamente, el automóvil con el que se despertó la pasión de Nelson por Porsche: un Roadster del año 1962 con dos rejillas de entrada de aire en el capó del motor. En esta joya blanca es donde hace 47 años Gary Nelson llevó a su mujer y su hijo recién nacido del hospital a casa. «Casi se podría decir que el amor por Porsche me fue implantado en el ADN», comenta Nelson.

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Viaje en el tiempo: Nelson colecciona prácticamente todo lo que sea raro o antiguo. O las dos cosas. Por ejemplo una bicicleta «Overman Victor» del año 1892.

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Legado: Gary Nelson compró este Porsche 356 el año 1962.

De pequeño lavaba el Roadster de su padre por 50 centavos. Con el dinero que sacaba se compraba ejemplares de Christophorus de los años cincuenta para contemplar fotos de bellos automóviles y países lejanos. «La revista despertó en mí el anhelo de viajar y ponerme tras la pista de los primeros 356». Con las fotos del calendario de Christophorus se hizo un enorme collage de 356, que en su día decoró su habitación y en la actualidad está colgado en el garaje junto con pósters antiguos de Grand Prix, fotos de sus padres en sus coches y una vitrina llena de copas que ganó su padre. En dos vitrinas giratorias adaptadas se amontona parafernalia de los coches de los cincuenta: llaveros poco frecuentes de Porsche, insignias de tela, objetos para el salpicadero, pins de Porsche para prender en la solapa de la chaqueta y demás material publicitario de los distribuidores.

Nelson senior, un conocido director de cine y televisión (La ley del revólver, La ley de Gilligan, El abismo negro), participó en carreras de Porsche en los cincuenta en Santa Bárbara, Palm Springs y Paramount Ranch. La madre de Nelson, la actriz Judi Meredith, (The Raiders, The George Burns and Gracie Allen Show), fallecida hace dos años, también era una apasionada de los automóviles elegantes e iba a buscar a su hijo al colegio en un Ferrari Dino GTS del año 1973. «Yo esperaba siempre delante del colegio y ya de lejos la oía cambiar de marcha en el Mulholland Drive», recuerda Nelson, quien define a sus padres como una «auténtica pareja de Hollywood».

Gary Nelson tiene hoy 82 años, pero su espíritu de aventura permanece intacto. En otoño de 2015 el padre Gary se desplazó con sus hijos Garrett y Blue a la planta central de Porsche en Zuffenhausen. Habían pasado unos 60 años desde de que Nelson fuera allí a buscar un Speedster (1956). Esta vez le estaba esperando un flamante 718 Boxster S de 2016. El equipo de recogida en fábrica organizó la entrega del vehículo justo delante del Museo Porsche y colocó allí también un Speedster de 1956. Mientras Garrett se quedó en Alemania, el dúo Gary y Blue se lanzó a una gran aventura con el Boxster S: primero atravesaron toda Europa hasta Gibraltar, de allí pasaron a Marruecos y luego hasta Argelia atravesando el Sáhara. «Nos lanzamos a la carretera sin rumbo concreto, sin reservas de hotel, mapas ni GPS. Llamábamos a las puertas de las casas para preguntar por el camino», relata Nelson. Tras haber recorrido 10.000 kilómetros, y ya de vuelta en Stuttgart, este flamante coche cubierto de polvo dejó admirados a los empleados de Porsche. Los Nelson tomaron un avión de vuelta a casa y el Boxster azul les fue expedido a Los Ángeles. Blue Nelson llevó a su padre en el Roadster blanco al concesionario Porsche para recibir el coche. Sin lavar, por expreso deseo de Nelson.

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Pieza rara: solo se fabricaron cinco ejemplares del Porsche Beutler Coupé de cuatro plazas. De ellos aún existen cuatro, y uno de ellos está en el garaje de Blue Nelson.

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Padre e hijo: la fascinación de los Nelson por los Porsches comenzó cuando Nelson senior recogió su Speedster.

Blue Nelson empezó ya de adolescente, en los años ochenta, a rastrear, reparar y restaurar coches clásicos. Algunos se los quedaba y otros los vendía en muestras de automóviles o en subastas de California, donde no tardó en ganarse la fama de dar con «los coches más raros entre todos los coches raros». Su máxima especialidad: carrocerías de aluminio hechas a mano y basadas en los chasis Volkswagen. Marcas como Beutler, Dannenhauer, Drews, Enzmann, Hebmüller o Rometsch. Las almacenó hasta que aumentaron de valor, entonces vendió unas cuantas y pudo comprarse un 356. Cuando adquirió su primer Porsche, un 356 A de 1958, tenía 16 años. «Por aquel entonces, estos modelos se podían comprar por un precio relativamente asequible porque solo interesaban a unos pocos».

En sus viajes de exploración, este aventurero ha recorrido más de 110 países. Y todavía sigue recorriendo el mundo husmeando en mercadillos, atisbando detrás de verjas y setos, mirando en las entradas de garajes, rebuscando en cobertizos o merodeando en granjas y campos. Es una especie de arqueólogo, a menudo al servicio de coleccionistas famosos cuyos nombres mantiene en secreto, pues la notoriedad de sus clientes –procedentes del mundo de la música, el cine o la política– exige discreción por parte de este detective y restaurador de automóviles.

Nelson no es de los que recita de memoria los datos técnicos de sus coches. Prefiere contar historias. Y tiene una infinidad de ellas. Como la de su Beutler, que cambió a un conocido banquero de Manhattan por un Rometsch en 1997. Para llevar esta leyenda plateada al sur de California, Nelson no optó por enviarlo bien protegido en un vehículo de transporte, sino que él mismo lo condujo a lo largo de 8.000 km atravesando los Estados Unidos por carreteras de grava y autopistas a merced del polvo y la arena, el calor y la lluvia. Durante todo un mes durmió cada noche en una carpa colocada sobre el techo, una copia del original de los años cincuenta. La comida se la pescaba él mismo en los ríos.

«Paso de pie 18 horas al día seis días de la semana y de vez en cuando me voy de viaje en alguno de mis coches o motos», dice este coleccionista obsesionado con los detalles. Saca agua de la nevera Philco de los años cuarenta, que ha pintado con los restos de pintura azul paloma de la furgoneta Volkswagen que le sobraron. «Pero la cuestión es siempre la misma: conservar objetos históricos».

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Nelson quiere dejar el 356 de Joan DeWitt más o menos como lo sacó del garaje. En algún momento hará una puesta a punto técnica: arreglará los frenos, la caja de cambios y el motor. ¿Pulir la carrocería o incluso restaurarla? De ningún modo. «En solo 50 minutos de lavado se echarian a perder 50 años de trabajo de la madre naturaleza». Por fuera va a dejar el automóvil con su aspecto «viejo y cansado», sin eliminar la suciedad, las manchas, la herrumbre ni el polvo y va a exhibirlo así en muestras de automóviles en medio de grandes dosis de pintura brillante y cromo pulido. Él sabe que a la gente también le gusta ver este tipo de ejemplares de Porsche. Su deseo es servirles de inspiración para que se lancen en busca de sus propios tesoros ocultos en algún garaje.

El primer destino que Nelson tiene previsto para el 356 en cuanto esté en condiciones de circular es San Diego. Henry DeWitt le había prometido a Joan una vuelta en el Porsche, pero murió antes de que éste estuviera listo. Ahora Blue Nelson se ha propuesto firmemente llevar a Joan a dar la vuelta que no pudo dar en su momento.

Texto Helene Laube
Fotografía Linhbergh Nguyen